A Alejandra Costamagna no le interesan los aspavientos ni los redobles de tambores ni las frases para el bronce. En sus relatos late una especie de amable sobriedad. Es su tono, su sello: nunca exhibe su autoridad, aunque de hecho sabe siempre muy bien de lo que habla. Conoce su barrio, conoce a su gente, conoce su jardín, conoce a sus gatos. Sus personajes parecen tan reales que durante largos y valiosos segundos nos volvemos nosotros, con el libro en las manos, menos reales.  Alejandro Zambra

 

Hay una generación de escritoras (chilenas) que promete comérselo todo. A la cabeza, claramente, se destacan dos. Estas son Lina Meruane y Alejandra Costamagna. Roberto Bolaño

 

Alejandra Costamagna escribe con precisión y letal delicadeza sobre lo excesivo. Hay obsesiones, placer, violencia y enfermedad en estos cuentos donde la palabra es como un escalpelo que investiga cuerpos trémulos, furiosos, a veces abrumados por su propio deseo. Mariana Enríquez

 

Imposible salir de la tierra, Alejandra Costamagna. Editorial: Años Luz

Imposible salir de la tierra, Alejandra Costamagna. Editorial: Años Luz
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A Alejandra Costamagna no le interesan los aspavientos ni los redobles de tambores ni las frases para el bronce. En sus relatos late una especie de amable sobriedad. Es su tono, su sello: nunca exhibe su autoridad, aunque de hecho sabe siempre muy bien de lo que habla. Conoce su barrio, conoce a su gente, conoce su jardín, conoce a sus gatos. Sus personajes parecen tan reales que durante largos y valiosos segundos nos volvemos nosotros, con el libro en las manos, menos reales.  Alejandro Zambra

 

Hay una generación de escritoras (chilenas) que promete comérselo todo. A la cabeza, claramente, se destacan dos. Estas son Lina Meruane y Alejandra Costamagna. Roberto Bolaño

 

Alejandra Costamagna escribe con precisión y letal delicadeza sobre lo excesivo. Hay obsesiones, placer, violencia y enfermedad en estos cuentos donde la palabra es como un escalpelo que investiga cuerpos trémulos, furiosos, a veces abrumados por su propio deseo. Mariana Enríquez